El eje del trabajo clínico es la comprensión del proceso evolutivo de la Conciencia.

El espíritu podrá volar hasta el cielo, pero el alma,

ella tiene que ir a sus profundidades, al fondo de sí misma.

Rhoda Lerman


Como abordaje holístico (integral) del Ser centra su tarea en el estudio, investigación y trabajo con la Conciencia en sus distintos niveles de manifestación.

Así entonces crea un contexto para favorecer el ingreso a estados no ordinarios de conciencia (aquellos diferentes del habitual).

El proceso de trabajo compromete todos los niveles de la persona: físico, emocional, mental y espiritual.

Aprender a moverse hacia nuevos territorios es acceder a una mayor comprensión sobre la verdadera naturaleza de quienes somos.

La activación del proceso de auto-conocimiento origina la condición necesaria para la exploración de las regiones interiores todavía inexploradas.

Estas zonas temidas desde el mismo desconocimiento son portadoras de una potente energía que espera con prontitud ser liberada a favor del crecimiento y la evolución.

martes, 7 de junio de 2016

Clarissa Pinkola Estés

He tipeado en su totalidad este material ofrecido por un alma sensible y noble como la de la Dra. Estés. Conmueve e invita a una pausa reflexiva y sentida. Para las almas que lo permitan puede transformarse en una experiencia altamente sanadora.

El libro que lo contiene es su última publicación:" Desatando a la mujer fuerte".

Callar las historias que nos cuentan de cómo se preserva y remienda la vida, es matar a la vida.


 Consideremos el siguiente relato poderoso para contravenir cierta parte de la cultura dominante en que las almas vivimos actualmente.
Algunas capas de la sociedad suponen, a menudo, que pueden intentar enseñarnos a ignorar el sufrimiento de todo lo vivo. Por medio de la condena de las almas ajenas, nos alientan al "schadenfreude", es decir, a encontrar placer en el tormento ajeno. Esto no puede ser. Más bien, sugiero que suave pero firmemente nos sujetemos a esta historia venerable:

 "Una vez, hace mucho, un hombre que caminaba solo sin una guía protectora fue atacado y golpeado hasta quedar cubierto de moretones y sangre, y yacía sangrando mortalmente a la orilla del camino.
Pasaron varios viajeros. Todos vieron a aquella alma rota, pero rápidamente cruzaron por encima de su cuerpo moribundo para poder acudir a sus propias citas.
Dos padres de distintas religiones, con largos atuendos, vieron a plena luz del día a ese hombre que sufría, pero incluso los ungidos pasaban al otro lado del camino para evitar tener que involucrarse con él o tocar las heridas de aquel pobre."
Esta es una historia ancestral sobre el descuido corporal, espiritual y mental de los heridos. El tema de fondo del relato es una enseñanza arquetípica que se puede encontrar en todas las culturas del mundo, donde una persona singular de corazón compasivo (y herido) es la única que sale de su camino para ayudar al herido.
El cuento se conoce como "El Buen Samaritano", y aunque hace miles de años que se despliega en antiguos pergaminos iluminados conservados en monasterios, también es una historia de nuestro tiempo, aparece todos los días en el periódico y en internet: muchos son los que evitan a los heridos, o quizás ni siquiera los ven y luego se arrepienten de ello.
Quizás por ingenuidad, algunos de los que pasan por ahí pueden no darse cuenta de que haya que decir o hacer algo. Están los que sienten que "eso no les concierne". Puede ser que para otros las heridas ajenas sean repugnantes o piensen que no merecen sanar.
También hay quienes, debido a una perspectiva cerrada en vez de una forma amplia y santa de ver las cosas, no intervendrán incluso cuando sea fácil hacerlo.

Por eso es valioso guardar en la conciencia una historia poderosa sobre la intervención piadosa a favor de los lastimados; si se ignora y se esconde escrupulosamente en las salas de archivos, en lugar de estar en labios y lengua viva de hábiles relatores y sanadores y gente santa, muere este relato de la piedad hacia el alma. Entonces los espíritus de los seres humanos que podrían aprender bondad de ella se quedan sin esa enseñanza, y los heridos al lado del camino se siguen debilitando y mueren también.
 Así, desde la visión de mi corazón hacia el tuyo, preguntaría: quién contará las historias para ayudar a los que están heridos? Quién contará los cuentos sobre cómo los que antes no vieron, pueden ahora buscar el entendimiento y ofrecer consuelo sincero y significativo? Quién contará los relatos para que las verdades se digan, para que a todos se les den a conocer las formas de reconocimiento pleno de lo que ocurrió y de la piedad plena? Quién contará las historias para que los heridos sanen y se vuelvan a levantar, con cicatrices pero gradualmente restaurados?
 Quién, como el Buen Samaritano (por cierto, un hombre de la tribu más odiada de su tiempo) se arrodillará para vendar las heridas de un desconocido mientras todos los demás pasan por ahí inconscientemente, sin notar que hay una necesidad, o apurándose pensando en sus valijas y papeles o creyendo que son más importantes sus ideologías y preocupaciones mientras van a otro lado?
El Buen Samaritano de la historia tenía el corazón roto: llevaba una vida entera de ser mirado con desprecio por muchos. Imagínense esto en nuestro tiempo.
 Hay alguien entre nosotros que no haya sido visto con desprecio simplemente por ser, o por aferrarse a un ideal o forma de vivir que se eleva como una catedral gigante en el mar? Pero a uno lo degradan porque otros no pueden contemplar y realmente ver.  
Para entender de verdad qué tipo de alma era el Samaritano, lo radical de su acto de inclinarse para levantar al hombre golpeado, consideren esto: un hombre tribal moderno( digamos un inmigrante mexicano sin los documentos correctos a quien muchos miran de manera despectiva)ve en la calle a un vagabundo lastimado; aunque los demás ignoran al hombre herido, el inmigrante, tan vilipendiado por muchos, levanta con ternura el alma lesionada sobre sus hombros, se tambalea hasta el motel más cercano, saca de su propio bolsillo el dinero que ganó con tanto trabajo, y lo da al dueño del motel para que el herido sea cuidado, alimentado y atendido. Entonces ese inmigrante sin ningún prestigio sigue su camino. Y como en el relato del Buen Samaritano, después el pequeño inmigrante vuelve al motel para ver cómo sigue el herido, y ofrece hacer lo que sea necesario para la curación del hombre.


Esa es la historia ancestral moderna del Buen Samaritano. En el fondo, ilumina lo que yo llamo "el corazón puro" que existe en algunos como carisma, sin importar cuantas cicatrices tenga la persona. Lo medular de la historia ofrece una alternativa sagrada a la turba de viajeros que pasa con rapidez, algunos de los cuales no ven al hombre herido, pues es posible que tampoco nadie haya caminado junto con ellos en sus sufrimientos de manera bondadosa y sabia. Y algunos quizás hagan como que no ven las cortadas y la sangre, pues no tienen los ojos en el Cielo, sino en  mirar a otros en la Tierra. Otros, comprensiblemente,tal vez no quieran pasar por la dolorosa impotencia que viene de no poder volver el tiempo atrás y hacer que todo sea "como si nunca hubiera pasado". Para algunos pareciera que es demasiado, o esperan que el tiempo cure todas las heridas sin ayuda adicional.
 Algunos de ellos que pasan por ahí quizás se sientan vulnerables, pues no conocen de inmediato las formas más útiles de proceder para ayudar verdaderamente, y en particular porque, por amor verdadero, no quieren hacer más daño. Es posible que algunos quieran parecer falsamente serenos, pues a veces siguen rotos o no han podido reconciliarse, en cuerpo, mente, corazón, alma y espíritu, con sus propias circunstancias similares, recientes o lejanas.
Algunos quizás tengan la esperanza de mantener el statu quo de vivir la vida sin mirar a la derecha ni a la izquierda. Algunos, por sus propias razones, simplemente prefieren no entrar en la pena de otro por la pérdida de vida preciosa. Puede haber muchas razones para no conectarse de manera cerana con quien sufre.
Pero, en términos del relato del Buen Samaritano, qué pasaría si nadie hubiera verdadera y tiernamente ayudado al alma caída?.
Entonces el viajero lastimado no tendría un cuento que contar, ninguna experiencia directa de otra alma a la que le importara tan profundamente la vida de un desconocido.
Aprendemos a alentar a otros a que les importe la Vida, a ayudar a la Vida cuando está caída, a remendar y sostener a la Vida cuando alguien, con compasión infinita, ha puesto nuestras propias vidas sobre la línea de flotación como algo digno y precioso. 
Si nadie hubiera ayudado al herido cuando estaba caído, si nadie lavara sus laceraciones con suavidad ni le trajera medicinas para sus heridas, si nadie hubiera alargado la mano para restaurarle el recuerdo de la santidad de su propia Fuerza Vital preciosa, cómo habría entonces de enseñar a otros que esto es algo que merece tanto cada ser humano en la Tierra, algo con lo que cada ser humano nace como su faro direccional?.


Si los samaritanos no se detienen y se inclinan a ayudar, cómo aprenderá toda la humanidad a detenerse e inclinarse también hacia los que estás espiritualmente heridos?.


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